viernes, 11 de diciembre de 2015

Medievalario

Permitidme que me ponga sesudo... bueno, dentro de mis posibilidades. Hoy quiero inaugurar una sección en el blog sobre libros de esos que no tienen tabla de encuentros aleatorios, de esos con muchas letras y pocos dibujos y que no te producen una tendinitis al leerlos en la cama; libros de esos en los que piensa la mayor parte de la gente cuando dices la palabra "libro". Como Medievalario, de Fran Zabaleta (¡ENLACE!), un libro que me ofreció un librero en un puesto de la feria del libro (¿He dicho ya "libro"?) de La Coruña. Así, a capón, sin preliminares. Pasaba yo por delante, me paré a mirar la portada y me dijo: "Llévatelo, que está muy bien". Y lo hizo con tal convicción que me lo llevé sin hacer más preguntas. Eso sí, Medievalario ha tenido que pasar una temporada en mi montaña de libros por leer antes de que 15 sesiones de rehabilitación me obligaran a agarrar algo para no aburrirme mientras estoy metido en una máquina cuyos rayos que no se ven, ni se oyen, ni se sienten obren supuestos milagros en mis lumbares. Esa máquina podría pasar años desenchufada y nadie se daría cuenta.

¿La portada mola o qué?

El libro ha sido autoeditado a través de una iniciativa de apoyo a autores "huérfanos" llamada Redelibros ENLACE!), y con licencia Creative Commons, que no sé qué implicaciones puede tener pero, por lo que dicen los que entienden de esto, se ve que es algo encomiable.

En cuanto al argumento, corto y pego vilmente de la página del autor, aunque supongo que no le importará porque muy mal se le tiene que dar para no vender por lo menos un ejemplar a raíz de esta entrada:

"En Medievalario te encontrarás con cuatro historias, en realidad tres novelas cortas y un relato final. Son de lectura independiente, pero al leerlas en conjunto el libro cobra mayor sentido. Cada historia se centra en un orden social: oratores, bellatores, laboratores... y, finalmente, el rey.

De correctione rusticorum
cuenta la historia de Martiño de Braga, uno de los monjes que más hizo en los albores de la Edad Media por imponer el dominio de la iglesia romana frente a «herejías» y creencias «paganas», un santo riguroso e intransigente que está dispuesto a cualquier sacrificio por su dios.

El bando perdedor se centra en la figura de Lopo Feixoo de Milmanda, un noble que, harto de malvivir como guarda de mercaderes tras traicionar a los suyos, se dirige a una fortaleza asediada en busca de un nuevo señor al que servir.

El husmo de la tierra narra la dura vida del pequeño Roi, un chiquillo campesino que vive en una posada del camino de Santiago, de padre desconocido y tan hermoso que todos le creen hijo del demonio.

Finalmente, Con los fierros relata la muerte del último rey de Galicia, García II, encarcelado por su hermano Alfonso VI durante diecisiete años. El rey, aunque sea un monarca prisionero, es el que da sentido a la sociedad, es la imagen simbólica que representa la unidad de esta sociedad trina, al igual que el dios cristiano es a la vez dios padre, dios hijo y dios espíritu. De ahí que sea el rey el que cierra este libro".


No soy crítico literario, ni mucho menos, así que me limitaré a decir de él que se devora, que mola mazo y que es la caña. Imprescindible para todos los aficionados al Aquelarre o cualquier otro tipo de juego de ambientación medieval sucia. Y no digo "sucia" en sentido metafórico, sino en el de la carencia de las normas de higiene más básicas. Si algo le tengo que reprochar es la elevada cantidad de violaciones que hay en el libro (en 3 de los 4 relatos). Que vale que está ambientado en una época violenta y oscura, pero no puede ser que nadie se pudiera agachar a recoger la espada sin que le profanaran el juju. No sé, supongo que estoy más sensible con según qué temas desde que soy padre.

No era conveniente hacer esto en la edad media, 
porque venía un caballero, un bandido o un oso y... bueno.

En cualquier caso me ha parecido un libro muy llamativo en el sentido de que, más allá de sus aciertos, que yo creo que son muchos, y sus errores, que también los tiene, me ha parecido diferente.

En el discurso que dio en el año 2014 al recibir la Medalla por la contribución a las Letras Americanas Ursula K. Le Guin advertía contra el actual modelo de negocio editorial (¡ENLACE!). Pongo por delante que no he leído nada de Ursula K. Le Guin. Ya lo siento, no tengo todo el tiempo del mundo para leer a todos los autores del mundo. Pero con ese discurso ha entrado en mi lista de "pendientes de leer" porque no puedo estar más de acuerdo con esta entrañable señora: los libros, como las películas, son cada vez más malos y formulaicos, sean del género que sean. Estamos sumidos en una medicodefamilización (o serranización, si el término anterior os parece poco académico) literaria que asusta. Además, aparte de que todo parezca igual, últimamente se añade un segundo componente de mediocridad, una nueva ley editorial que exige que los libros sean largos. Mucho. Muchísimo. Y en el caso de la literatura fantástica ya ni te cuento. Venga páginas, venga páginas, más paja, anchoas para la aceituna... ¿Por qué contar esta historia en un libro si la puedes contar en tres?

Una muchacha que se ha quedado dormida leyendo a Rothfuss.

A Borges no hacían más que preguntarle por qué no escribía novelas, y decía sobre ellas que les faltaba tensión, que al contrario que en los cuentos, siempre terminaban apareciendo cosas de relleno, tazas, muebles, y sombreros de señora. Esto, a día de hoy, es sangrante. Yo no pude pasar de la página 80 de El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss, de ese momento en el que de pronto el autor escribe: "y ahora es cuando empieza la historia". ¿Perdón? ¿Ahora? ¿En la página 80? ¡¿En la 80?! ¿Hasta ahora estabas calentando, hijoputa? Pues lo siento, pero mi tiempo es valioso.

Hoy día, con el contenido de las 280 páginas de Elric de Melniboné, de Michael Moorcock, un autor de los de ahora como George R.R. Martin, Brandon Sanderson o Abercrombie no se cascan menos de una pentalogía de 750 páginas cada volumen, más precuelas y secuelas. Y con lo que hay en 4 o 5 relatos de Fritz Leiber, Jack Vance o Robert E. Howard tienen para publicar durante toda su vida. Pero bueno, tampoco seamos duros con ellos, son hijos del modelo editorial.

En cualquier caso, que me despisto con el odio, dadle una oportunidad a Medievalario que no os vais a arrepentir. Y este he sido yo hablando de libros. El próximo día me paso por ARCO y hago una crónica sobre lo que vea.